lunes, 26 de septiembre de 2011

¡ME SUBÍ AL BARCO DEL FUTBOL!

Aficionado por decisión divina:
A ciencia cierta no podría explicar de donde viene mi pasión por el futbol, mis padres nunca fueron aficionados ni siquiera en esos momentos en los que el futbol deja de ser solo para sus celosos fanáticos, es decir, según me cuentan, ni en mundiales ni en los partidos de México se mantenían al tanto. El balón tiene el misticismo que tienen los dioses, esos dioses que se nos narran en las mismas historias de mitología griega o romana… Se encaprichan y una vez que los oráculos dictan su veredicto ya no hay nada que hacer… supongo entonces que yo no busqué al futbol y que fue el generoso futbol quien me buscó, me abrazo y me enamoró perdidamente de él desde que tengo uso de razón.


El Subconsciente es mi cancha de local: Como miles de Mexicanos y personas de todo el mundo yo soy un gran jugador, cuya única limitante no es ni el regateo, ni la pierna fuerte en partidos que requieren el carácter, ni tampoco el remate de cabeza, mi juego no obedece tácticas, un día soy un jugador conservador y al día siguiente puedo ser un jugador volcado al ataque; Ni los malintencionados defensas rivales ni los árbitros, por mas bandidos que puedan llegar a ser, pueden detener a su humilde servidor; Tristemente lo único que puede detener la calidad de mi juego…  es el despertador que me recuerda que estoy soñando y tengo que levantarme a trabajar, para mi desgracia, lejos de las canchas.

EL CAPITÁN SE HUNDE CON SU BARCO.
Mi gusto como el de muchos por el juego no termina cuando termina el partido de mi equipo, no, también tenemos que sacrificarnos y ver los juegos mas malos e insufribles que jornada tras jornada se brindan en nuestro torneo, un partido malo es como tener a un familiar enfermo, ni hablar, el balón nos escogió a nosotros y tenemos que cumplir con ese honor.

Como lo dije antes, el juego no termina con el pitazo final del nazareno, el resultado influirá en nuestro futuro inmediato, que sugiere el “experto” análisis del mismo que se lleva con los amigos (todos expertos cabe aclarar), todos brillantes técnicos, cuando pierde nuestro equipo no tenemos duda de que nosotros lo pudimos hacer mejor, revisamos las estadísticas y las consecuencias a las que el resultado reciente  nos llevará, repasamos al rival de nuestra siguiente semana y pedimos que nuestro equipo llegue al siguiente compromiso con todos sus jugadores gozando de su mejor momento, el juego continúa, nos ocupa… nos preocupa.


Pero ojo, no solo somos teóricos, también somos capaces de jugar o por lo menos eso creemos, si no es así, no nos digan, no le hacemos daño a nadie!!!, claro que la vida real, no se parece a nuestra cancha de local, que abre sus puertas cuando soñamos, aquí el regate si falla, meter la pierna a veces nos trae consecuencias fatales (ya no somos los de antes) si perdemos, los árbitros “siempre “ tendrán la culpa y el silbatazo final nos salva siempre de un potencial ataque cardiaco.

Así pues somos capitanes del barco del futbol, al que nos subimos, sacrificando muchas cosas, mucha gente no nos comprenderá, ni hablar, así es esto, vamos navegando y los cantos de las sirenas son los gritos de gol que escuchamos a la distancia, nos reconfortan y nos hacen recordar que la felicidad existe en gran medida porque el futbol existe, que la felicidad que nos da navegar en este barco siempre nos lleva a buen puerto, a buena puerta, a la puerta rival.


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